domingo, 3 de noviembre de 2013

El cementerio abandonado.

A Antonio le gustaba pasear a menudo por la zona del cementerio. No es que le gustase este tipo de temas pero sí que le encantaba la zona debido a que estaba en pleno campo y era muy tranquila.


En los últimos meses había conocido a un buen hombre que trabajaba en dicho cementerio, buen hombre pero extraño. Extraño porque siempre andaba como si tuviese miedo, y en alguna ocasión ya le comentó a Antonio que había que llevar mucho cuidado allí porque los espíritus malignos acechaban.

El hombre era bastante mayor y a Antonio tampoco le extrañó mucho ese comportamiento; lo cierto es que no parecía que estuviese demasiado en sus cabales, pero lo importante es que pasaba un buen rato con él y la mayor parte del tiempo hablaba totalmente normal, por lo que siempre pasaba a visitarlo.

El tiempo fue pasando y cada vez la situación se hacía más extraña, tanto que incluso en algunas ocasiones llegaba a ver a su amigo con heridas importantes.
La última tarde en que lo vio le comentó que ya había finalizado su ciclo y que no sería hasta dentro de diez años cuando volvería el nuevo.

Antonio no entendía realmente qué era lo que quería decir con estas palabras, pero lo que sí era cierto es que nunca más volvió a verlo. No obstante, él siguió realizando su ruta por el lugar.

Diez años después, al pasar de nuevo por el cementerio, tuvo la sorpresa de que vio a su viejo amigo. Al acercarse a preguntarle cómo estaba, el hombre reaccionó como si no lo conociese. Lo que más extrañaba era que el hombre no había envejecido nada en absoluto.

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