domingo, 6 de octubre de 2013

Metamorfosis.


Miró a su alrededor y todo seguía igual, todo excepto él, que se había convertido en un repugnante insecto. 

¿Qué voy a hacer ahora? No puedo aparecer así en la oficina, pensó. Gregorio era consciente de que no podía faltar al trabajo, lo que no sabía era cómo aparecer allí sin llamar la atención, cosa que era bastante imposible. 


Pensando en ello, se le ocurrió una idea que podría funcionar. Para esconder aquel enorme caparazón, abrió su armario y se puso la gabardina que guardaba para los días lluviosos. 
Cogió también unos largos pantalones para cubrir sus numerosas patas y un gran sombrero que guardaba de aquel viaje a Méjico, para así ocultar las amplias antenas que sobresalían de su viscosa cabeza. Cogió su maletín del trabajo, unas gafas de sol y salió en camino.
 
Llegó a la oficina. Intentaba mantener la mirada hacia abajo para evitar el contacto con los demás compañeros. Pero eso no duró mucho tiempo.


De camino a su despacho tropezó con uno de sus compañeros y éste, al ver el espantoso aspecto de Gregorio, comenzó una carcajada mezclada con pavor. Este accidente entre ellos llamó la atención del resto de la plantilla, provocando en la oficina tremendas risotadas que hicieron que Gregorio, disgustado y dolorido, abandonara rápidamente la oficina.


Salió corriendo en dirección a su casa. Con una lágrima a punto de salir de sus grandes ojos de insecto, Gregorio no dejaba de preguntarse por qué le había pasado eso a él, qué es lo que había hecho tan malo para convertirse en aquel repugnante bicho.


Al fin llegó a casa. Se quitó la gabardina y el sombrero y se echó bruscamente en la cama, deseando quedarse dormido y al despertarse, ver que todo había sido una horrible pesadilla.

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